Este encuentro nocturno recoge nuestros orígenes literarios y el primer acercamiento con el mundo de los libros y las bibliotecas, ya sea desde la Capital, Bogotá, como es el caso de nuestro apreciado escritor, cronista y docente
, o desde la región de Boyacá de donde son originalmente y , además de nuestro invitado de Tunja, Alejandro Molano ().Pasamos de nuestras experiencias más íntimas con los libros y la manera en que primero llegaron a nuestras manos, —la incapacidad de algunos de nosotros para rendir en la escuela y someternos al rigor de las tareas—, al descubrimiento de estos artefactos, los libros, por medios más orgánicos y sublimes. Contamos cómo llegamos a las primeras bibliotecas ajenas y cómo aún en medio de los apagones de los 90, los que ya leían para ese entonces, se podían sentar ante una lámpara de queroseno para no perder el hilo de un buen relato en altamar. Quizás las nuevas generaciones de Bogotá D.C. vivirán este episodio ante la ausencia de agua, pero de algo se hablará al respecto con alusión a los libros.
Asimismo, ponderamos la posibilidad de trascender la experiencia de la biblioteca como lugar para leer y llevarlo hacia un espacio para el ocio, las conversaciones, los talleres literarios y la creación. Quizás la biblioteca como espacio digital, bajo la interrogante “¿Es mejor leer libros en formato físico o en formato electrónico?”. Hallamos también la biblioteca hasta en los videojuegos y en la propia literatura, como es el caso de “La biblioteca de Babel” de Borges, o inclusive como motivo para escribir crónicas, como lo es el caso de Catalogador y cazafantasmas de
.
De las experiencias personales, nos volcamos a las bibliotecas como espacio de refugio e interacción. Así descubrimos cómo los parches de amigos, y desconocidos que luego serían amigos, se reunían fuera de las grandes bibliotecas públicas como El Tunal o la Julio Mario Santo Domingo a escuchar música, hablar de arte, de cine y habitar sus propios lenguajes urbanos. Lo próximo nos recordó cómo las bibliotecas también son refugios para migrantes, desempleados, pensionados, jóvenes, deambulantes sin rumbo, y por supuesto, para esa capa febril de escritores y escritoras en perpetuo proceso de expansión.
Cuando pensamos que las noches se prolongaban hacia los caminos de la ficción donde las bibliotecas son tema y motivo de relatos y poemas, caímos rotundamente en el campo de lo público, preguntándonos por el papel social de la biblioteca. De las grandes infraestructuras de bibliotecas públicas y universitarias de ciudades como Bogotá, Medellín y Estados Unidos; nos preguntamos también por las dinámicas de las pequeñas bibliotecas comunitarias que se construyen por la voluntad de personas, familias y comunidades, quienes sin muchos recursos orquestan espacios seguros no solo de acceso a la información, sino de construcción de lo social. Fabulamos bibliotecas de botones aportados por las madres y abuelas, bibliotecas que prestan lavadoras y televisores, bibliotecas para ducharse y reconfortarse del mundo exterior.
Quizás este también sea el espacio para el encuentro multicultural matizado, sin afán de figurar como buenos samaritanos, tan solo apreciando lo del otro a través de lo que realmente nos conmueve. Así volvemos también con nuestra estética substackera, algo obtusa, con los ruidos de fondo y las voces de micrófonos designados para la producción en casa de estos episodios. Nuestras ojeras y las luces prendidas de los edificios cuando todos duermen, lo dicen todo.
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